El dolor. El eje de muchas de las enfermedades reumáticas. Eso que apenas conocíamos, eso que sólo sentíamos ante una circunstancia muy concreta y con un motivo claro. Eso que poco a poco va cogiendo protagonismo en nuestra vida, hasta que finalmente nos acompaña muchas veces todo el día… y toda la noche.
¿Cómo aprender a convivir con el dolor? ¿Cómo aprender a disfrutar los momentos y sentirse feliz incluso con la presencia de dolor? Un camino difícil.
Yo sigo en él, mientras lo descubro, les cuento lo que ha servido para mí en estos años
ASUMIR AL DOLOR COMO UN COMPAÑERO DE VIAJE
Con el paso del tiempo he aprendido algo: Si miro detenidamente a mi cuerpo, prácticamente en cualquier momento y circunstancia, hay dolor. Posiblemente mi caso sea excepcional (ojalá), pero muchos pacientes viven lo mismo que yo. Un dolor pequeño, sutil, sordo, nos acompaña a menudo como una sombra.
Empecé a trabajar en ello cuando, en una cena con amigos, una pareja que tenía también una enfermedad reumática (¡ambos tenían!), me escuchaban decir: “¿Y han probado la acupuntura?” … “¿Y han intentado con CBD?” … “Yo estoy usando altas dosis de cúrcuma… ¿Qué experiencia tienen?”. Ellos en silencio, asentían, me daban opiniones.
Hasta que él me dijo: “Gabriela, para. Te estás equivocando. No vayas por ese camino. Lo primero que hay que hacer es aceptar la enfermedad. Yo la tengo desde los 18 años, y ahora sé que tengo muy buenos momentos, y que cuando trabajo a destajo todo el día me lleno de energía, pero que al día siguiente es posible que me encuentre rígido y dolorido. Pero es así, ya lo he asumido, y soy feliz a pesar de todo”.
Me dejó pensando. Es cierto que no queremos que nos pase lo que nos pasa. No queremos sentir dolor, no queremos sentir agotamiento, no queremos “esto”. Pero está. Y, si el camino va a durar un tiempo, el que sea, qué más que no perderse todo el resto de lo bueno que nos va pasando. Tenía que trabajar con el dolor.
DEL DOLOR “IGNORABLE” AL DOLOR “INVASIVO”
Poco a poco, entendí que había distintas categorías de dolor, que podía claramente diferenciar en cada etapa. En mi caso, lo tengo dividido en 4 tipos:
- El dolor “ignorable”
Un dolor que está gran parte del tiempo. Es ese dolor que, cuando uno observa al propio cuerpo, cuando uno lleva la atención hacia adentro, suele estar. Pero que no llega a hacerse notar por sí solo. Se puede ignorar poniendo la atención en otra parte. Veo a diario pacientes que ven su vida mermada por este tipo de dolor, porque el miedo, la obsesión, la incertidumbre o el sufrimiento hacen que no puedan dejar de buscarlo… y encontrarlo. Es entonces cuando más hay que trabajar con la emoción para no sentir todo el tiempo que estamos enfermos. - El dolor que asoma
Se deja ver, se acerca y llega a entrar suavemente en nuestra conciencia a pesar de que estemos distraídos en otra cosa.
Mi manejo de ese tipo de dolor suele depender de la intensidad y del día. Los momentos en que estoy emocionalmente fuerte, incluso lo dejo estar para evitar tomarme tantos medicamentos. A veces logro incluso, quitándole atención, que entre a la categoría anterior. Si tengo un día “flojo”, si me siento más vulnerable, si la intensidad aumenta, suele ser mejor tomar analgésicos o medidas que lo alivien, porque si no, corro el riesgo de caer en un espiral de emociones negativas, de dejar de disfrutar de momentos que podría disfrutar, e incluso que pase a la categoría 3 o 4. - El dolor que invade
Un dolor que claramente se hace presente. Incluso leyendo un libro o hablando con un amigo, ahí está, y con una intensidad importante.
Este dolor siempre lo trato. Está tan presente que no merece la pena dejarlo estar. En mi caso, ya me genera sufrimiento, por lo que tengo que trabajar también el lado emocional: Estar atenta a lo que me rumia la mente, porque empieza a modificarme incluso los pensamientos, que se pueden volver muy destructivos. - El dolor invalidante
Es un dolor muy presente habitualmente en el debut de la enfermedad, en el momento en que uno está más aturdido, desvalido, confuso y asustado. Es un dolor que nos retira de la vida habitual y no nos deja salir incluso a veces de la cama. Con esta categoría, hay que trabajar muchísimo el sufrimiento. Como contaba en otra entrada del blog, antes del debut de mi artritis, ante una situación compleja me hacía muy bien ponerme los patines para salir a sudar a toda velocidad. Este dolor no sólo te aturde, sino que te obliga a quedarte quieta, mirándolo a la cara. Es por eso que no se deja ignorar. Y no nos queda más que intentar ponerse de pie, y surfear la ola.
EL SUFRIMIENTO Y EL DOLOR
El dolor existe. Es dolor y tiene distinta intensidad. Pero siempre, siempre aumenta cuando se acompaña de un enorme sufrimiento
¿Y qué diferencia hay entre dolor y sufrimiento?
El dolor es lo que sentimos físicamente. Esa sensación difícil de explicar, variable, cambiante, que sube, baja y se modifica, y que nos avisa que algo va mal en nuestro cuerpo.
El sufrimiento, en cambio, es todo lo que acompaña ese dolor, y que puede hacer que se note mucho más. Lo que sentimos mental y emocionalmente. El miedo. El enfado. La indignación. La confusión. El victimismo. La tristeza. Todo eso que nuestro cerebro rumia y nos dice ante la presencia del malestar físico y que tiene muchísima capacidad de aumentar o disminuir su intensidad.
POR QUÉ ES IMPORTANTE SER CONSCIENTE DEL DOLOR
Habrá momentos en que lo podamos controlar, en mayor o menor medida. Pero, quien tiene una enfermedad reumática, como muchas otras enfermedades, suele convivir con el dolor mucho más cercanamente que el resto de la gente. Es parte de nuestra vida.
Hay que mirarlo a la cara. Hay que perderle el miedo. Hay que ser capaz, dentro de lo posible, de ser conscientes de lo que nuestra mente y nuestras emociones nos dicen, para evitar que se magnifique y controle nuestra vida. Ya sea con meditación, ya sea con yoga, con psicología…
Me encantaría que me cuenten sus métodos para manejar el dolor, y para minimizar el sufrimiento. Incluso, me encantaría que, quien se anime, escriba una entrada para el blog contándome su experiencia y aquello que le ha ayudado. Me comprometo a maquetarlo y colgarlo con vuestro nombre. Porque aquí… nos debemos ayudar entre todos.